Al fin llegó el día del parto, después de
quince horas de dolores y asistiendo él al parto, nació mi hija Carolina, tenía
muy claro el nombre que le tenía que poner.
Aunque tuve miedo de la reacción que él pudiera tener, me llevé una gran
sorpresa, cuando la vio se puso muy contento, la verdad es que respiré hondo y
le di gracias a Dios.
Carolina era una niña preciosa pero también muy
llorona, así que la tenía que tener siempre en brazos,a él le disgustaba porque
decía que lo tenía abandonado, pero tampoco quería sentirla llorar, porque la
quería mucho. Como es lógico, yo me volqué en la niña ya que un bebé necesita
muchos cuidados, empezando otra vez a ser violento y de carácter difícil,
llegando las cosas a complicarse de tal manera que a los veintidós meses de
tener a mi hija nos separamos con grandes complicaciones por su parte, no me
dejaba tranquila, quería volver conmigo, pero yo tenía muy claro que no podía
cambiar su manera de ser , ya le había dado unas cuantas oportunidades y más de
una semana no le duraba el cambio. Así que lo mejor era la separación, al menos
eso era lo que creía yo, porque aunque le daba todas las facilidades de ver a
su hija o llevársela, siempre buscaba cualquier excusa para discutir, como yo
no le contestaba, pues la verdad es que le tenía miedo, me acuerdo que un día
me dijo: “ya buscaré la manera de hacerte el más daño posible”. Lo primero que
pensé era que a lo mejor me quería quitar de en medio, pero enseguida deseché
esa idea porque quería mucho a su hija, y él sabía que la niña me necesitaba, estaba
muy enmadrada, lo cual tampoco le gustaba mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario