Al año de perder a mi hija, conocí a dos
personas maravillosas llamadas Pepi y Rosa, fue muy gratificante para mí, ya
que me acogieron con mucho cariño y con mucha paciencia.
Desde el principio conectamos tan bien que
parecía que nos conociéramos de toda la vida, ellas hacían decretos de Saint
Germain y me uní a ellas. Fue una decisión muy acertada, porque los decretos
son palabras de los Maestros Ascendidos, y para aquellas personas que no sepan
lo que son, les digo que tienen mucha fuerza y que a mí me cambiaron la vida,
no solo recuperé la fuerza perdida por el trance pasado por mi hija, sino que
cada vez me sentía más fuerte interiormente, haciéndome poco a poco reconocer
la fuerza que todos llevamos dentro y también comprender que “querer es poder”.
Esto me valió para ir llenando el vació tan
grande que mi hija me había dejado. Lo que yo no sabía, porque me enteré un
poco antes de empezar este libro, es que hice un pacto antes de bajar a la
Tierra en el cual me comprometía a superar todos los obstáculos que se me
presentaran por muy grandes que estos fuesen para poder ser un canal limpio por
el cual los seres cósmicos se pudieran manifestar, por lo que doy gracias al
Padre Dios Todo Poderoso por haberme guiado en todo momento poniendo en mi
camino las personas que me podían ayudar, bien ayudándome a levantarme, como
las que me pusieron la zancadilla para que me cayera, ya que estas fueron las
que más me ayudaron, porque a través del sufrimiento es cuando aprendes a
reconocerte y, hoy por hoy, os puedo asegurar que soy muy feliz, ya que me
siento completamente realizada y, si con este libro puedo ayudar a alguien más,
mi alegría sería doble.
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