Es de buen samaritano aquel que ayuda a otra
persona a levantarse por la caída que por cualquier circunstancia de la vida
haya tendido. La persona que así lo haga, debe de saber que al ayudar a otra
persona también se está ayudando así mismo, porque las buenas obras siempre son
recompensadas, pues la gratitud que siente la persona a la que has ayudado, se
convierte en paz interior para ti y después también está la justicia divina que
siempre se manifiesta dándote más de lo que tú des.
La alegría hace desaparecer la tristeza de
los malos momentos que tengáis en la vida terrenal. La alegría y el buen humor
son dos buenos compañeros de viaje que harán que vuestro camino sea más
agradable, pero también son respetuosos con el dolor manteniéndose al margen
hasta que necesitáis de sus servicios.
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