Aclarado esto quiero explicar cómo puedo ver
a mi hija. La veo en espíritu, que es el cuerpo etérico, una copia del cuerpo físico.
La puedo ver pero no la puedo tocar, en cambio ella cuando me da un beso o me
da masajes en la cabeza sí que la siento. A nivel más sutil pero la siento
cuando está a mi lado y no yo sola, sino personas de mi familia han sentido su
presencia y les ha gastado alguna broma. También les ha ayudado en algún que
otro problema, porque a pesar de tener solo siete años cuando dejó su cuerpo,
era una niña muy inteligente, muy responsable y muy alegre, y ahora sigue
siendo igual, ya que cuando se manifiesta a través de una médium siempre lo
hace muy alegremente y muy feliz, pudiéndola abrazar, sintiendo su cuerpo como
cuando estaba en vida, porque al instinto de una madre no se puede engañar, por
eso sé que realmente es ella.
A la noche siguiente de dejar su cuerpo,
estaba en la cama llorando con la luz apagada y de pronto, se hizo un
resplandor muy grande y vi a mi niña cómo subía para arriba. La vi de cintura
para arriba, como si fuese subida en una barra de hielo o de cristal, iba a una
velocidad enorme por la montaña de Montserrat. Yo veía como los árboles se
quedaban abajo y ella iba muy contenta y me decía “Ya te contaré mamá, ya te
contaré”. Después de tener esta visión, me quedé muy relajada y puede dormir un
poco.
La segunda vez que la vi, fue en el entierro,
en el que estuvo todo el rato cogida de mi mano, con lo cual me daba fuerzas
para aguantar el trance que estaba pasando. Cuando terminó el entierro,
desapareció, pero por la noche, cuando estaba en la cama llorando, porque
durante el día me aguantaba las ganas de llorar para que mi familia no
sufrieran más, ellos lo estaban pasando de mal casi igual que yo, y en todo
momento me demostraron el gran cariño que me tenían. Ahora sigo explicando lo
que me pasó; estaba acostada con la luz apagada y llorando, llevaba un buen
rato así, cuando de repente se ilumina toda mi habitación con un gran
resplandor y aparece Jesús con mi niña Carolina de la mano. Lo primero que pensé
es que estaba desvariando, Jesús telepáticamente me dijo que no, que lo que
estaba viendo era realidad, que había venido para decirme que mi hija estaba en
buenas manos porque estaba con él y con la Virgen María. Entonces, yo llorando
le dije que me llevara con él, pero él me dijo que aún no había llegado mi
momento porque aún tenía cosas que hacer, me puso la mano en la cabeza y me
quedé dormida toda la noche. Por la mañana cuando me levanté me encontraba un
poco más relajada y contenta dentro de mi sufrimiento, porque sabía que mi niña
estaba en el mejor sitio que podía estar.
Esta fue la primera vez que vi a Jesús,
después en poco tiempo vino dos veces más también con mi hija, me daba mucho
ánimo, pero no se me quitaba el dolor tan grande que tenía en mi corazón. La
sensación que tenía era de tener un cuchillo clavado que me impedía poder
respirar bien. Me acuerdo que fui al médico para que me mandara algún
medicamento para el sufrimiento que tenía, y el médico me dijo que no había
medicinas para esa clase de sufrimiento, y que solo el tiempo lo podía curar.
En ese momento me sentó mal y salí llorando de la consulta, pues sentía que no
me había atendido bien, y eso que tenía fama de ser un buen médico. Con el
tiempo fui comprendiendo que el médico tenía razón, ya que lo único que me
hubiese podido recetar eran tranquilizantes y eso lo único que hace es tapar el
problema, pero no te lo puede quitar.
Una hermana mía tenía una amiga vidente que
se llama Nati, me ayudó mucho a superar mi situación, no solo con las limpiezas
que me hacía, sino porque podía contactar con mi hija. La primera vez fue
alucinante ya que un día estaba en la consulta de ella con mi hermana Placi, de
pronto Nati cierra los ojos y entra en trance, y empieza a decir. “Hola mama,
estoy aquí”
Tanto mi hermana como yo nos quedamos con la
boca abierta porque era la voz de mi hija. Ni decir tengo que me abracé a ella
en todo momento, estaba sintiendo su cuerpo, fue un momento maravilloso porque
cuando venía con Jesús a verme, no la podía tocar, solamente la podía ver, igual que Jesús cuando me tocaba la cabeza
sentía como el roce de un pañuelo de seda pero no el contacto humano.
Mi hija se ofreció para ayudarme a superar su
pérdida, me ayudó muchísimo, pues la podía sentir y ver a menudo, sobre todo
por las noches cuando me acostaba, me daba un masaje en la cabeza, lo podía
percibir muy sutilmente hasta que me dormía. Así es que dentro de la desgracia
yo me sentía afortunada por tener a mi hija cerca de mí, aunque fuese en
espíritu, así pude comprender que la muerte no existe, sino que sólo hay un
cambio de plano, y que ella estaba en uno de los mejores y desde allí podía
venir a ayudarme a superar su pérdida y a entrar en el camino espiritual,
porque aunque yo siempre tuve mucha fe, fue a partir de su pérdida cuando yo
empecé a buscar la paz espiritual que todos queremos tener.